A las mujeres nos han repetido tantas veces que “podemos con todo” que, a veces, terminamos creyendo que debemos hacerlo todo sin descanso. Se espera que seamos exitosas en el trabajo, cuidadoras en la familia, impecables en nuestra imagen, líderes de cambio e inspiración para otras, y que además no nos quejemos.
El mito de la súper mujer
Cada vez escuchamos más historias de mujeres agotadas. No porque les falte fortaleza, sino porque el modelo de la “súper mujer” es inalcanzable. El empoderamiento femenino, presentado en campañas y discursos, a menudo parece un producto listo para consumir: un curso, una prenda con eslogan o un taller motivacional. Se nos hace creer que basta con voluntad individual para transformar un sistema que aún es desigual, y cuando no lo logramos, aparece la culpa.
La doble jornada y la presión invisible
A la ya conocida doble jornada —trabajo remunerado y cuidados en casa—, se suma ahora la expectativa de cambiar el mundo. Esta presión constante genera cansancio, ansiedad y la sensación de nunca estar a la altura. Y lo más complejo es que no todas las mujeres partimos desde el mismo punto: mientras algunas celebran avances, muchas siguen enfrentando pobreza, discriminación y barreras invisibles que rara vez se mencionan en la narrativa del empoderamiento.
Según la CEPAL, la carga del trabajo no remunerado en América Latina recae principalmente en las mujeres, limitando sus oportunidades de desarrollo profesional y personal.
El verdadero sentido del empoderamiento
Quizá la pregunta que debemos hacernos no es cómo ser más fuertes, sino cómo compartir la carga. Tal vez el empoderamiento auténtico no esté en demostrar que podemos con todo, sino en reconocer que no tenemos que hacerlo solas. Valorar caminos distintos, aceptar que descansar también es resistencia y construir redes colectivas más allá de los logros individuales, puede ser un camino más justo y humano.
Feminismo, libertad y autocuidado
El feminismo nos ha dado mucho, pero si queremos que siga siendo un motor de cambio real, necesitamos evitar que la libertad se convierta en una nueva exigencia. Si deseamos que el empoderamiento femenino sea sostenible, debemos cuidarnos, apoyarnos y reconocer que la transformación también requiere autocuidado.
Una reflexión necesaria
Este texto no busca cuestionar los logros alcanzados, sino abrir una reflexión más honesta: el empoderamiento también tiene un costo. Un precio invisible que muchas veces pagamos con culpa, cansancio y la presión de demostrar constantemente que “podemos con todo”.
¿A ti también te ha pasado que empoderarte se siente como otra carga?
